Psicología y psiquiatría tienen en el psicópata su
medida, su desafío y su derrota. La ciencia en general es incapaz de
estudiar de modo pleno al ser humano, porque reduce su realidad al considerarlo
simple materia. El hombre, en cambio, para ser comprendido, requiere una
respuesta integral, y la ciencia sólo puede dar respuestas parciales, limitadas
al orden material o físico, que es el único del que puede decir algo.
Para comprender esto, claro está, habrá que tener previamente una imagen completa del hombre*.
El enfoque cientificista para estudiar al hombre, por tanto,
resulta un error de gran calibre. Creer —que es la base de la mayor parte de
los psiquiatras y psicólogos— que los únicos conocimientos válidos son los que
se adquieren mediante las ciencias positivas, supone una ignorancia de la
naturaleza humana de consecuencias fatales. Pues ni mucho menos el método
científico es el único medio para llegar a la realidad de las cosas.
Como es sabido, la ciencia tiene una serie de límites epistemológicos, en la medida que es
fruto del razonamiento humano, ciertamente limitado. Por eso, únicamente si se ha
enloquecido puede pretenderse que la ciencia sea la única vía que puede saber
con legitimidad qué es el hombre.
Al respecto de esto, Giovanni Reale y Dario Antiseri, dos autoridades en historia
del pensamiento filosófico y científico, comentan lo siguiente acerca del nacimiento
de la revolución científica:
«La ciencia experimental adquiere validez a través de los
experimentos. Éstos consisten en técnicas de comprobación como resultado de
operaciones manuales e instrumentales que se llevan a cabo mediante objetos y
sobre éstos. La revolución científica constituye precisamente un proceso
histórico del que emerge la ciencia experimental, es decir, una nueva forma de
saber, nueva y distinta del saber religioso, del metafísico, del astrológico y
mágico, y también del técnico y artesanal»*.
Los conocimientos obtenidos mediante la observación y el
razonamiento, sistemáticamente estructurados, y de los que se deducen
principios y leyes generales, que es propiamente lo que llamamos ciencia, suponen pues una nueva forma de saber, no la única. Así, despreciar en última instancia los demás modos de
conocimiento es una postura envanecida y torpe que sólo puede errar en las conclusiones finales.
Empeñarse por tanto en estudiar a estos individuos (los psicópatas) únicamente con las herramientas de la ciencia es no querer penetrar, en definitiva, las superficies del misterio que representan.
*Reale, G. y Antiseri, D: Historia del pensamiento filosófico
y científico, Herder, vol 2., 2004, p. 179.
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